El país se expresará con claridad en las elecciones de Diciembre y un liderazgo alternativo podrá entonces comenzar a dirigirse a la gente con mayor facilidad y menos cortapisas
Lo único cierto que verdaderamente ha venido ocurriendo en Venezuela, entre una y otra estrafalaria denuncia sobre magnicidas y elementos paramilitares, es que su renta nacional fue administrada de forma discrecional por la clase dirigente chavista, y que esta fue completamente dilapidada en incontables maniobras conexas para formar millonarios súbitos, promover los chanchullos y enriquecer funcionarios a la sombra del poder.
He allí, más allá de las banderitas, los ardides y los golpes de efecto, el verdadero fondo del problema venezolano actual.
El que no se atreven a plantear fiscales, jueces ni abogados del gobierno.
Esta es la causa del punto de inflexión que ha convertido al chavismo, ahora sí, en un movimiento claramente minoritario, preocupado únicamente por su supervivencia, de espaldas a las necesidades de la gente y a la voluntad general. Este es un momento muy distinto a cualquiera de los que hemos tenido que vivir en estos años. Un momento signado por la gravedad y la tristeza ante la hondura de esta crisis. Pero, definitivamente, un nuevo momento político en Venezuela.
Aún cuando sea verdad que siente como nunca los efectos de esta crisis, el sistema de censura impuesto le impide al ciudadano común formarse una opinión completa en torno a las verdaderas causas de la crisis en curso. Por ese motivo, el actual estado de irritación en la gente, que es inobjetable, tiene expresiones políticas inacabadas.
La catástrofe venezolana tiene causantes, y tiene también un ejército de simpatizantes, tributarios y beneficiados, que parten lanzas en nombre de la revolución y lo nacional para defender sus privilegios. Ellos forman matrices y dan la cara en los espacios de opinión para defender los intereses del gobierno y salvaguardar la responsabilidad de los corruptos En 1989, luego del desfalco de Recadi, la sociedad venezolana, aún a pesar de lo sucedido, quedó, al menos, estremecida luego de un duro debate nacional, que tuvo su correlato parlamentario, en la cual pudieron ventilarse nombres, formularse denuncias en televisoras, y, al menos, establecer una sanción moral a los responsables de aquella estafa.
El futuro de los venezolanos se ha evaporado, hoy, en las maniobras fraudulentas de Cadivi, y su daño en la economía ha sido, como ha quedado visto, mucho más hondo, así como mucho más grandes el volumen de los montos negociados, si comparamos la actual situación con la de 1989. El control de cambios ha sido la orquesta de la fiesta que ha montado el chavismo. La jerarquía oficial del PSUV, responsable política de este crimen económico, no sólo no emite declaración alguna, sino que bloquea el desarrollo de cualquier investigación en torno a lo sucedido. En el parlamento o en cualquier medio de comunicación de amplio espectro.
Terminarán por saberse todas las historias del chavismo, incluso las más sórdidas. Es un movimiento sin dirección, sin criterio económico, sin debate interno, sin liderazgo para asumir con serenidad el balance de lo sucedido.
El país se expresará con claridad en las elecciones de Diciembre y un liderazgo alternativo podrá entonces comenzar a dirigirse a la gente con mayor facilidad y menos cortapisas.
Será el momento de imponer la cultura del acuerdo democrático y restaurar la vigencia de la Constitución del 99.
Una sociedad al borde de la apoplejía financiera demandará respuestas que forzarán un plan económico responsable y asistido, que será necesario pactar e ir a buscar. Maduro será un presidente arrinconado y débil. Será imposible no comenzar a considerar nuevos criterios de gobierno, nuevas formas de dirección y nuevos dirigentes al mando.
He allí, más allá de las banderitas, los ardides y los golpes de efecto, el verdadero fondo del problema venezolano actual.
El que no se atreven a plantear fiscales, jueces ni abogados del gobierno.
Esta es la causa del punto de inflexión que ha convertido al chavismo, ahora sí, en un movimiento claramente minoritario, preocupado únicamente por su supervivencia, de espaldas a las necesidades de la gente y a la voluntad general. Este es un momento muy distinto a cualquiera de los que hemos tenido que vivir en estos años. Un momento signado por la gravedad y la tristeza ante la hondura de esta crisis. Pero, definitivamente, un nuevo momento político en Venezuela.
Aún cuando sea verdad que siente como nunca los efectos de esta crisis, el sistema de censura impuesto le impide al ciudadano común formarse una opinión completa en torno a las verdaderas causas de la crisis en curso. Por ese motivo, el actual estado de irritación en la gente, que es inobjetable, tiene expresiones políticas inacabadas.
La catástrofe venezolana tiene causantes, y tiene también un ejército de simpatizantes, tributarios y beneficiados, que parten lanzas en nombre de la revolución y lo nacional para defender sus privilegios. Ellos forman matrices y dan la cara en los espacios de opinión para defender los intereses del gobierno y salvaguardar la responsabilidad de los corruptos En 1989, luego del desfalco de Recadi, la sociedad venezolana, aún a pesar de lo sucedido, quedó, al menos, estremecida luego de un duro debate nacional, que tuvo su correlato parlamentario, en la cual pudieron ventilarse nombres, formularse denuncias en televisoras, y, al menos, establecer una sanción moral a los responsables de aquella estafa.
El futuro de los venezolanos se ha evaporado, hoy, en las maniobras fraudulentas de Cadivi, y su daño en la economía ha sido, como ha quedado visto, mucho más hondo, así como mucho más grandes el volumen de los montos negociados, si comparamos la actual situación con la de 1989. El control de cambios ha sido la orquesta de la fiesta que ha montado el chavismo. La jerarquía oficial del PSUV, responsable política de este crimen económico, no sólo no emite declaración alguna, sino que bloquea el desarrollo de cualquier investigación en torno a lo sucedido. En el parlamento o en cualquier medio de comunicación de amplio espectro.
Terminarán por saberse todas las historias del chavismo, incluso las más sórdidas. Es un movimiento sin dirección, sin criterio económico, sin debate interno, sin liderazgo para asumir con serenidad el balance de lo sucedido.
El país se expresará con claridad en las elecciones de Diciembre y un liderazgo alternativo podrá entonces comenzar a dirigirse a la gente con mayor facilidad y menos cortapisas.
Será el momento de imponer la cultura del acuerdo democrático y restaurar la vigencia de la Constitución del 99.
Una sociedad al borde de la apoplejía financiera demandará respuestas que forzarán un plan económico responsable y asistido, que será necesario pactar e ir a buscar. Maduro será un presidente arrinconado y débil. Será imposible no comenzar a considerar nuevos criterios de gobierno, nuevas formas de dirección y nuevos dirigentes al mando.
Fuente TalCualDigital
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